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Yo elijo ser tu voz

De niña recuerdo que los perros pasaban mucho tiempo atados, nadie pensaba que eso estaba mal, la costumbre dictaba que fueran más guardianes que compañeros, que durmieran en el patio más que descansar a los pies de la cama.
Los tiempos pasan y afortunadamente algunas cosas cambian para bien y se generan hábitos y costumbres sociales que nos humanizan, nos llenan el alma y nos hacen más felices, ya no hablamos del perro o el gato, hoy nos referimos con orgullo a ellos y los nombramos por sus nombres, hasta nos acompañan en fotos en el celular, en la computadora y comparten los portarretratos de la casa. Hoy los extrañamos cuando estamos mucho tiempo lejos, hoy los disfrutamos e incorporamos a los hábitos familiares como un miembro más.
Pero esa no es la suerte de todos, muchos no tienen hogar, muchos son abandonados, muchos son “elegidos” como el regalo ideal cuando son cachorros y luego pasan al olvido, y muchos son tratados como generadores de dinero en peleas o carreras.

No me vengan con esa cantinela de que en las carreras de galgos los pichos están bien cuidados, no me van a hacer creer que quien espera un gesto de amor disfruta del entrenamiento explotador, no me van a convencer de que los criadores quieren a los galgos, en todo caso tenemos una idea muy diferente del amor; y si los quieren es en tanto cumplan con el objetivo de ganar la carrera, después señores galgueros a sus queridos animales hay que recogerlos moribundos tirados en baldíos o en banquinas porque ya no les “sirven”. Se me llena la garganta de reclamos, de gritos impotentes ante la crueldad que se ve reflejada en las pupilas de los que no pueden gritar basta, de los que no pueden escapar a ese destino.

No me van a convencer de que ellos no sufren, tampoco de que disfrutan corriendo en una carrera; ellos esperan la caricia, el juego, correr junto al amo por diversión.
No me van a convencer de que los pumas que aparecen en los pueblos, asustados y peligrosos a la vez, sólo se escapan de su hábitat buscando comida, cuando esos pobres animales si de algo logran escapar es de la mano asesina de los que los usan en los cotos de caza o para entrenar a los perros en las peleas; y en todo caso si buscan comida es porque no logran acostumbrarse a masticar soja.

Sepan ustedes, señores que vienen del extranjero, traídos por los modernos tours turísticos de caza, que son tan responsables como los que organizan estas estúpidas cacerías, donde todo está preparado para soltar al puma en el momento indicado para que “el cazador” “atrape a su presa”; pobre bicho que a veces logra huir ya sin colmillos, con garras limadas y casi sin fuerzas por lo muertos de hambre que los tienen para que no den pelea. Elevo mi voz contra los cotos de caza, contra estos cobardes que por dinero algunos, y por “demostración de hombría” otros, se transforman en asesinos de nuestra fauna silvestre.

Para que no te abandonen, para que no te hagan pelear más, para que no te hagan correr más explotado, para que no te tiren como basura al costado del camino, para que no te maltraten, para que no te asesinen.
Para que se castigue con el látigo de la ley al que no baja el látigo de tu lomo.
Para que no sufras, para pedir amor, reflexión y humanidad…

Yo elijo ser tu voz.

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