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Es tiempo de pasar al frente en Córdoba

A cien años de la Ley Palacios NoalaTrata

A cien años de la Ley Palacios, le decimos NO A LA TRATA DE PERSONAS!


Una silueta sola, silencio nada más...

Una silueta sola, silencio nada más...siete años sin Julio López y el silencio oficial.

Este argentino trabajador, fue secuestrado y desaparecido por primera vez durante la última dictadura cívico militar y se presentó como testigo en el juicio oral y público contra el ex comisario Miguel Etchecolatz que se realizó en la ciudad de La Plata.

El 18 de septiembre de 2006, el día en que se producían los alegatos de su querella pidiendo la condena por genocidio y la perpetua para el represor, como finalmente fallaron los jueces, desapareció nuevamente y desde entonces nada se supo de él.

La causa judicial a cargo del juez Manuel Blanco, a siete años de su desaparición, no tiene procesados ni detenidos. Ni Justicia, ni nada...silencio nada más.

Los lápices siguen escribiendo...

Corría septiembre de 1976. La primavera sólo estaba en el almanaque. El clima político y social era gélido. El plano socioeconómico se entretenía con las medidas de Alfredo Martínez de Hoz y, casi obediente, agradecía al Ministro del Interior Albano Harguindeguy “el orden” recuperado. La noche del 16 de septiembre de 1976 diez estudiantes secundarios de la Escuela Normal Numero 3 de la Plata son secuestrados; episodio de dolor en que jóvenes dejaron sus vidas en la defensa de sus derechos.

El año anterior habían obtenido el boleto estudiantil gratuito, después de una larga lucha; reclamo que dio la excusa a quienes cercenaron la vida de un grupo de jóvenes convirtiéndolos en víctimas de esa noche siniestra.

Del 16 al 19 de septiembre de 1976 se llevaron a cabo operativos contra Francisco López Muntaner, María Claudia Falcone, Claudio de Acha, Horacio Ángel Ungaro, Daniel Alberto Racero, María Clara Ciocchini, Pablo Díaz, quienes fueron bestialmente torturados en el Pozo de Banfield. El único que salió vivo de ahí fue Pablo Díaz. Otros chicos raptados en sus hogares fueron Patricia Miranda, Emilce Moler y Gustavo Calotti. Estuvieron en Arana, Pozo de Quilmes, Comisaría 3 de Valentín Alsina y Devoto. Luego quedaron a disposición del Poder Ejecutivo. Tenían entre 14 y 17 años. El operativo fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps, que calificó al suceso como lucha contra "el accionar subversivo en las escuelas". Este hecho es recordado como "La noche de los lápices". 

El arribo de la democracia en el mes de mayo de 1973, luego de un proceso creciente de enfrentamientos contra la dictadura miliar que gobernaba desde junio de 1966, trajo consigo la irrupción en la vida política y social de los distintos sectores populares que habían experimentado un crecimiento sustancial durante las luchas; entre ellos, los estudiantes secundarios. Los niveles de conciencia, acción y participación alcanzados por parte de los jóvenes, era por demás peligroso para la burguesía y los sectores reaccionarios de nuestro país. Por eso, uno de los objetivos buscado por la dictadura militar fue neutralizar a buena parte de la juventud y ganar a una porción para su propio proyecto rancio. Cuando tomaron el poder en 1976, los militares consideraban que en la Argentina había una generación perdida: la juventud. Esta se había vuelto rebelde y contestataria. Para ello utilizaron un pretexto tan obvio como falaz: se trataba de subversivos reales o potenciales que ponían en riesgo al conjunto del cuerpo social. El ser joven pasa a ser un peligro. Al mismo tiempo, y pensando en el largo plazo, se empieza a desarrollar una estrategia que va más allá de la eliminación del “enemigo”. Se empieza a poner la mira sobre el “recambio”. Ahí entran los estudiantes secundarios. “Enemigo” era todo aquel estudiante que se preocupara por los problemas sociales, por fomentar entre los estudiantes la participación y la defensa de los derechos de los mismos. Hoy "los lápices siguen escribiendo", hoy los estudiantes secundarios están de a poco recuperando aquella tradición de lucha y defensa por el derecho a una educación al servicio del pueblo. 

Es por eso que los estudiantes secundarios al igual que la juventud toda, tienen el doble desafío de reconstruir la memoria de nuestro pueblo y la de reorganizarse para enfrentar el calamitoso estado de la educación como bien público.

Creo que es fundamental dotar a nuestros jóvenes de las herramientas necesarias para promover su participación activa y comprometida en la defensa de sus derechos. Hoy los lápices siguen escribiendo, es nuestra obligación leer lo que escriben.