El 31 de mayo conmemoramos el “Día Mundial Sin Tabaco”, para
concientizar sobre el riesgo de fumar pero, sobre todo para reducir las consecuencias
negativas que este producto genera sobre la población que directa o
indirectamente debe consumir.
Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, el
tabaco mata a hasta la mitad de sus consumidores, pero más alarmante aún es
saber que el 10% de las personas que fallecen por culpa del tabaco son no
fumadores expuestos al humo de tabaco ajeno.
Entre otras consecuencias indeseables de este mal, la OMS afirma
que los consumidores de tabaco que mueren prematuramente privan a sus familias
de ingresos, aumentan el costo de la atención sanitaria y dificultan el
desarrollo económico. Además en algunos países, los niños de los hogares
pobres trabajan con frecuencia en el cultivo de tabaco para aumentar los
ingresos familiares. Esos niños son especialmente vulnerables a la enfermedad
del tabaco verde, producida por la nicotina que absorbe la piel cuando se
manipulan hojas de tabaco húmedas.
Por todo esto me parece importante que hoy nos detengamos a
pensar en las consecuencias del tabaco, pero más aún en las medidas que podemos
adoptar como sociedad para desincentivar el consumo de estos productos, como pueden
ser Aumentar los impuestos al tabaco, Hacer cumplir las prohibiciones sobre
publicidad, promoción y patrocinio, Advertir de los peligros del tabaco, Vigilar
el consumo de tabaco y las medidas de prevención, Proteger a la población del
humo de tabaco, Ofrecer asistencia a las personas que deseen dejar de fumar.
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